Serra. José Benito
       [967](1810-1886)

 
   
 

         Cofundador de las Oblatas del Santísimo Redentor en 1864. Benedictino ex­claustrado por las persecuciones del siglo XIX, misionero y Obispo de Daulia, en Australia, de donde tuvo que marchar por las incomprensiones y calumnias.
    Nació en 1810 en Mataró. Huérfano en la infancia fue educado por unos tíos.
    En 1822 ya trabajaba como auxiliar en un comercio. Su juventud se desarrolló en la soledad más completa. En 1826 ingresó en los Benedictinos de Santiago de Compostela. Tomó el Hábito en 1827 y profesó en 1828. Luego cursó estudios en Irache, en Navarra, y en Oviedo.
    En 1835 recibió el Orden sacerdotal en Santiago y ese año el Gobierno suprimió las Ordenes Monásticas. Tuvo que expatriarse, siendo acogido por el Monasterio de la Stma. Trinidad, de Nápoles. Allí ejerció durante varios años funciones pastorales, en Cava.
    En 1845 decidió ir a misiones. Salió del Puerto Fremantele para Australia el 8 de Enero de 1846. Llegó después de unos 115 días de navega­ción. En 1847 se le nombró primer Obispo de Puerto Victoria. Pronto regresó a Europa para buscar misioneros y recur­sos. En 1848 fue consagrado Obispo en Roma.
    En 1849, mientras buscaba recursos, conoció en la Corte a la preceptora de la familia real, Antonia de Oviedo. Con ella fundará la Congregación de Oblatas.
    El 6 de Octubre de 1849 salió de Cádiz para su Diócesis de Australia, llevando 39 misioneros y recursos materiales para poder realizar una labor benéfica entre la gente pobre. En 1850 intentó reorganizar el Monasterio Benedictino de Perth y Propaganda Fide le encomendó la Diócesis de Perth. No todos recibieron bien este nombramiento. Comenzó a ser objeto de calumnias.
    En 1854 fue de nuevo a Roma para buscar recursos. En 1855 de nuevo estuvo de vuelta llevando nuevo equipo de misioneros. En 1859 de nuevo fue a Roma para obtener ayuda y construir la catedral de la Diócesis. Allí le precedieron las calumnias desde su Diócesis y, al ver que se aceptaban en la Curia Romana, renunció a su Obispado y marchó a España con la idea de restaurar en la nación la Orden Benedictina.
   En 1864 inició el Asilo de mujeres arrepentidas en Ciempozuelos, Madrid. Para darlo vida pidió a Antonia de Oviedo, ya libre del a Corte, que hiciera un grupo religioso de auxiliares. Nació así el Instituto de Oblatas del Stmo. Redentor.
   En 1869 fue a Roma para asistir al Concilio Vaticano I. Se entregó a la obra de las arrepentidas en Ciempozuelos. Mientras, seguía trabajando por la restauración benedictina en España.
   En 1880 cayó enfermo y se recuperó. Pero su salud quedó debilitada. En 1885 volvieron a llover sobre él las calumnias por sus relaciones con las arrepentidas. Renunció a defenderse. En Octubre se retiró al convento carmelita del Desierto de Las Palmas, en Castellón, donde llevó vida de contemplativo  hasta su muerte allí en Septiembre de 1886, horas después de que llegara Antonia de Oviedo para atenderle.